Discapacidad y Familia
Repasar
las experiencias educativas es un ejercicio importante en la práctica
pedagógica y debiera constituirse en un aspecto a trabajar en las reuniones y
ateneos de capacitación o actualización docentes en tanto ofrecen la
posibilidad de evaluar qué recorridos permitieron mejorar las condiciones de
aprendizaje escolar y produjeron resultados satisfactorios y cuáles no. Consideraremos aquí una experiencia con la familia, para que sea re-pensada por otros docentes y en otras circunstancias de vida escolar.
Una experiencia de vida
“Conocí a Diana, la mamá de un alumno
severo, siendo inspectora jefe de una región del interior bonaerense. Diana fue
a verme porque no sabía qué hacer con su hijo Pedro, un joven de 17 años, de
cuerpo grande, más grande que ella, y torpes abrazos que asustaban a los otros
chicos de la escuela a la que asistía, en horario muy reducido, precisamente
por esas razones. Además, su marido trabajaba todo el día por lo cual no podía
compartir el cuidado de Pedro, -ni
entender sus problemas-, situación que estaba resintiendo la relación de
pareja. Diana en cambio no trabajaba fuera de la casa. Desde que Pedro nació
estuvo dedicada a buscar “algo” o “todo” para atenuar los efectos de una
discapacidad que comprometía casi todos sus actos de autovalimiento y
desarrollo social. Se sentía abatida, tras años de infinitas búsquedas y
recorridos, lo cual la llevó a un intento de suicidio.Cuando nos encontramos la escuché. No la llené de
recetas, de “instructivos” profesionales ni
“tareas para el hogar”. Y siguió
yendo periódicamente a conversar conmigo. Mi tarea se centró entonces, en
procurar que se extendiera paulatinamente el tiempo de permanencia de Pedro en
la escuela y sostener con ella un vínculo de diálogo tranquilo y relajado. Esto me permitió interesarla en iniciar una
terapia psicológica y tratar de que realizara su propia vida, que había quedado
relegada frente a la de su hijo. Asistió a terapia en un hospital municipal y
pudo reparar algunas asignaturas pendientes. Hizo acuerdos con su marido que
empezó a cuidar a Pedro mientras ella cursaba el secundario (que no había
podido realizar hasta ese momento). Con el tiempo se separó de su esposo y
junto a su hijo se decidió ir a vivir a una ciudad más grande que le permitiera
seguir estudios universitarios, trabajar y ubicar a Pedro mientras ella no
estaba en la casa.Establecimos una red de
sostén para su nueva vida. La ayudamos en las gestiones y trámites para
resolver dos cuestiones cruciales: vivienda y un lugar para albergar a Pedro.Así, Diana empezó a
trabajar, estudió abogacía , pagó con sacrificio una casa en un barrio humilde
y ubicó a Pedro en un Centro de Día.
Finalizadas sus actividades lo cuidaba como siempre, pero había podido
recuperar “un pedazo de sí misma a pesar de los obstáculos”.
En este
testimonio, vale la pena rescatar
algunos aspectos trabajados para resolver la adversidad:
- La posibilidad de establecer acuerdos familiares que impidan
la polarización en la intervención materna, rescatando funciones al resto de
los miembros de la familia especialmente el padre. En este caso esos acuerdos
permitieron los primeros pasos de la independencia de la madre que pudo iniciar
estudios secundarios.
- La necesidad
de quitar normatividad y tecnificación al vínculo madre e hijo, que suele
ocurrir cuando los profesionales hacen recomendaciones y sobrecargan de
responsabilidades a la familia, con respecto a su hijo discapacitado.
- La opción de
concientizar a la madre en este caso, de que su responsabilidad sobre ese hijo
discapacitado no debe ir más allá que la responsabilidad sobre la vida de
cualquier otro miembro de la familia, y aún la propia.
- La
utilización oportuna de todas las redes intra e interinstitucionales para
abordar un problema.
- El sostenimiento por parte de la comunidad
y del Estado, de “espacios de respiro”, instituciones que albergan al niño,
joven o adulto discapacitado mientras los demás miembros de la familia realizan
sus propias actividades cotidianas.
La calidad de vida de una comunidad se mide en relación al
respeto que tiene por cada uno de sus miembros y la calidad de vida del
discapacitado y su familia es calidad de vida para toda la comunidad.
(Este tema se desarrolla en el libro de González Graciela M. y Haramboure María Elena, "Discapacidad Mental Severa. El debate que nos debemos", Ediciones Elemento, 2012 de distribución gratuita en www.bajalibros.com) En este mismo blog, en la entrada anterior pueden encontrar los pasos para descargarlo)
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