jueves, 11 de junio de 2015

Observar para conocer

Se plantean aquí los beneficios de la observación como modalidad para evaluar tanto al alumno como el proceso. Aplicar la mirada en algunos aspectos, en forma equilibrada y atendiendo a distintas variables, permitirá valorar distintas hipótesis evitando la distorsión del análisis que realicemos.



"Distorsión", fotografía de cuadro sobre el que se produce una distorsión por lentes 

La observación. 
Es uno de los instrumentos más valiosos en la evaluación del alumno y de la práctica escolar. Permite investigar, descubrir, preguntar y preguntarse, para conocer y comprender el proceso de aprendizaje del niño.  Implica en primer término observar, ser testigo de lo que se ve y se escucha y ser respetuoso de ello. En segundo término, implica observarse, reconocer y hasta registrar el sentir que produce la relación con el otro, sujeto-alumno, en el hecho educativo. El material que se obtiene, será re-elaborado por el propio docente observador o algún otro miembro del equipo, para diseñar o reajustar estrategias de abordaje a partir de un campo de inferencias, asociaciones e hipótesis que genera la observación. Es importante dejar hacer o hablar al niño, no agotar ni desviar nada y a la vez buscar algo preciso a partir de las hipótesis que suscite el propio proceso de observación. El procedimiento de la indagación programada, consta de cuatro momentos. El primero corresponde a la observación de conductas espontáneas; en las cuales los hechos permanecen dependiendo de la acción. El segundo es aquel en el que el observador introduce variables que va controlando experimentalmente. En este momento se provoca la conducta a través de situaciones variadas que se reiteran varias veces y se registran. Las repeticiones permitirán confirmar o no las hipótesis que el profesional se haya planteado previamente. Será necesario también comprobar si, de producirse modificaciones en las conductas del niño, estas son estables por lo cual se cambia el hecho o el objetivo de la observación, dando así lugar al tercer momento. Y el cuarto momento plantea una nueva situación experimental en la que se modifican otros aspectos de la experiencia, introduciendo distintas variables en la observación.
La información que se obtiene de la observación directa del alumno, será complementada con información sobre el comportamiento del niño en el marco familiar y en la relación con otras personas implicadas en la vida cotidiana. Teniendo en cuenta que la recogida de datos la realiza un ser humano, no podemos menos que contemplar el carácter subjetivo que introduce y consecuentemente, posibilidades de error que contaminan los resultados del proceso. Aún así, la diversidad de fuentes de información (padres, maestros, otros) permitirá achicar dichos márgenes de error.                                                                                                                                                                     
Conclusiones                                                                                 
Si educar es problematizar, evaluar es problematizar la práctica escolar. Mediante la evaluación es posible construir conocimiento sobre el propio proceso de enseñar y de aprender; en una espiral de formulación y reformulación de hipótesis. Ese conocimiento acerca del proceso de aprendizaje se llama metacognición y consiste en aquello que nos permite saber cómo aprendemos mejor; tomar conciencia de cómo funciona nuestro conocimiento, cómo aprendemos mejor, qué recorridos mentales hacemos. Aporta resultados positivos en la medida que se detecten las estrategias idóneas para cada situación.

Para reflexionar
¿Se utiliza la observación como fuente de evaluación tanto para el alumno como el docente? ¿Se trabaja sobre hipótesis y variables que permitan efectuar un análisis integral de cada situación? ¿Se tiene en cuenta el aporte de otros actores importantes en la vida del niño, tales como los padres u otros referentes vinculares?




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