"Distorsión", fotografía de cuadro sobre el que se produce una distorsión por lentes |
La
observación.
Es uno de los instrumentos más valiosos en la evaluación del
alumno y de la práctica escolar. Permite investigar, descubrir,
preguntar y preguntarse, para conocer y comprender el proceso de aprendizaje
del niño. Implica en primer término
observar, ser testigo de lo que se ve y se escucha y ser respetuoso de ello. En
segundo término, implica observarse, reconocer y hasta registrar el sentir que
produce la relación con el otro, sujeto-alumno, en el hecho educativo. El
material que se obtiene, será re-elaborado por el propio docente observador o
algún otro miembro del equipo, para diseñar o reajustar estrategias de abordaje
a partir de un campo de inferencias, asociaciones e hipótesis que genera la
observación. Es importante dejar hacer o hablar al niño, no agotar ni desviar
nada y a la vez buscar algo preciso a partir de las hipótesis que suscite el
propio proceso de observación. El procedimiento de la indagación programada,
consta de cuatro momentos. El primero corresponde a la observación de conductas
espontáneas; en las cuales los hechos permanecen dependiendo de la acción. El
segundo es aquel en el que el observador introduce variables que va controlando
experimentalmente. En este momento se provoca la conducta a través de situaciones
variadas que se reiteran varias veces y se registran. Las repeticiones
permitirán confirmar o no las hipótesis que el profesional se haya planteado
previamente. Será necesario también comprobar si, de producirse modificaciones
en las conductas del niño, estas son estables por lo cual se cambia el hecho o
el objetivo de la observación, dando así lugar al tercer momento. Y el cuarto
momento plantea una nueva situación experimental en la que se modifican otros
aspectos de la experiencia, introduciendo distintas variables en la
observación.
La
información que se obtiene de la observación directa del alumno, será
complementada con información sobre el comportamiento del niño en el marco
familiar y en la relación con otras personas implicadas en la vida cotidiana.
Teniendo en cuenta que la recogida de datos la realiza un ser humano, no
podemos menos que contemplar el carácter subjetivo que introduce y
consecuentemente, posibilidades de error que contaminan los resultados del
proceso. Aún así, la diversidad de fuentes de información (padres, maestros,
otros) permitirá achicar dichos márgenes de error.
Conclusiones
Si educar es problematizar, evaluar es problematizar la
práctica escolar. Mediante la evaluación es posible construir conocimiento
sobre el propio proceso de enseñar y de aprender; en una espiral de formulación
y reformulación de hipótesis. Ese conocimiento acerca del proceso de
aprendizaje se llama metacognición y consiste en aquello que nos permite saber
cómo aprendemos mejor; tomar conciencia de cómo funciona nuestro conocimiento,
cómo aprendemos mejor, qué recorridos mentales hacemos. Aporta resultados
positivos en la medida que se detecten las estrategias idóneas para cada
situación.
Para reflexionar
¿Se utiliza la observación como fuente de evaluación tanto para el alumno como el docente? ¿Se trabaja sobre hipótesis y variables que permitan efectuar un análisis integral de cada situación? ¿Se tiene en cuenta el aporte de otros actores importantes en la vida del niño, tales como los padres u otros referentes vinculares?
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