El conocimiento del mundo es un enigma permanente cuyo proceso de apropiación y resignificación tendrá resultados de calidad, en tanto y en cuanto sea atravesado por la duda, la indagación y el intercambio multifacético. Un breve análisis al respecto para su debate.
Salvador Dalí, "El enigma sin fin", 1938, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, España |
Dos
situaciones vividas recientemente, me hicieron repensar el lugar que ocupa en
la educación, el conocimiento crítico del mundo y de la historia. A raíz de un
trabajo sobre “El tiempo y la Revolución Francesa ” realicé una búsqueda por Google para ver qué líneas de investigación había sobre el tema. Los sitios que
encontré en los primeros lugares de la búsqueda respondían a criterios
ideológicos conservadores y sesgados. Me fue muy difícil rescatar algún sitio
que refiriera a conceptos revisionistas y progresistas sobre ese hecho
histórico. Hace menos tiempo, en un viaje a Moscú, realicé varias visitas a
museos y en una de ellas, la guía de habla hispana se refirió al movimiento
“iluminista”, como “iluminador”. Una de las personas que estaba escuchando la
información, la corrigió y le expresó que el término correcto era iluminismo y
no iluminador. Esto suscitó una discusión que la guía resolvió utilizando un
moderno celular. En pocos minutos dio por resuelta la disputa expresando: “Ya lo
traduje: la palabra es ilustrador”. Surgieron algunas voces de protesta que dio
por finalizadas diciendo: “Es así, lo encontré en Google” En ambos casos
podemos deducir la necesidad de tener un pensamiento autónomo y crítico
suficientes que, a la hora de utilizar las tecnologías, nos permita realizar
nuestras lecturas sin ser inducidos ni caer en trampas de selectividad dirigida.
Que podamos leer y pensar interpretando en contexto y cotejando diversas
fuentes.
Es
entonces fundamental, tener herramientas básicas del conocimiento para realizar
el ejercicio de análisis y cotejo de información que todo saber requiere para
mayor rigurosidad. Se tomarán en este breve planteo, la pregunta y la indagación,
como bases del conocimiento y como recursos pedagógicos que mejoren la calidad
del pensamiento y eviten el peligro de la colonización del mismo.
El 25
de agosto de este año, el diario “Tiempo Argentino” publicó una entrevista
realizada vía mail a Antonio Faundez, profesor de Filosofía, en relación al libro “Por una pedagogía
de la pregunta. Crítica a una educación basada en respuestas a preguntas
inexistentes” un clásico de la obra de Paulo Freire que ahora es posible volver
a encontrar en las librerías. El libro reúne el diálogo que en 1977 y
durante el exilio europeo, mantuvo el
pedagogo brasileño con el profesor chileno Antonio Faundez.
En la entrevista Faudez plantea
que la educación tradicional no ha cambiado sus bases teóricas y prácticas,
condición indispensable para mejorar la calidad de la educación y que persiste
una educación tradicional y moderna, esencialmente rutinaria que se opone a los
cambios. Refiere a la dificultad para producir rupturas en didáctica del
profesor que no duda de su saber y repite durante años lo que aprendió sin
hacerse cuestionamientos sobre su propia práctica.
En la lógica de las relaciones de
poder de las escuelas, quien enseña gobierna; razón por la cual al docente le
cuesta aprender a aprender, desaprender, reaprender; proceso esencial para
mejorar los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Sería posible cambiar si
haciéramos justamente ese proceso.
En los últimos años, los avances
tecnológicos han podido mejorar la extensión de la educación pero no
necesariamente la calidad de ella. Las nuevas tecnologías no son, como
se cree, una solución en sí mismas, para mejorar la educación. Pueden
ayudar si la educación cambia sus paradigmas teóricos y prácticos tendiendo a
proponer una concepción nueva de la educación con nuevas bases teóricas y
prácticas: una educación integral, compleja (no simplista) en donde los
conocimientos se apoyen unos a otros para comprender mejor el mundo y
transformarlo para bien. Una educación que comprenda la diversidad de
conocimientos culturales sin jerarquizar los conocimientos, unos considerados
superiores y otros inferiores, reflejo de una especie de racismo cultural.
La pregunta. En este marco, la pregunta es central para
cuestionarse, dudar de las verdades instaladas y cotejar información. Vivir la
pregunta, la indagación, la curiosidad como formas de apropiarse del
conocimiento y testimoniarla al estudiante. El maestro necesita experimentar
junto al alumno el hábito de buscar, descubrir, asombrarse y preguntar.
La cuestión central es cómo preguntar. No convertir
la pregunta en un contrato pedagógico de obviedad: “pregunto con la respuesta”
que es como si preguntara de qué color es el caballo blanco de San Martín.
Las preguntas pedagógicas que incorporen un
conflicto cognitivo, son preguntas destinadas a hacer reflexionar al alumno y
algunas estarán programadas con antelación a los efectos del logro de los
objetivos propuestos y teniendo en cuenta los contenidos a trabajar. También
habrá otras espontáneas que surjan en el proceso mismo de aprender. Podrán ser
de clasificación, relación, comparación, análisis, síntesis, opinión y
causa-efecto y de pensamiento divergente. Una pregunta bien formulada debe
llevar a cuestionar respuestas de los alumnos y las que provienen de la
autoridad (maestro, adultos, libros).
La comprensión lectora. La lectura y la escritura son procesos de
construcción y reconstrucción de sentidos en tanto ponen en acto la interacción
entre lector y autor. Una vez superada la etapa de iniciación, los instrumentos
del lenguaje son herramientas para todos los aprendizajes y es por eso que en
la escuela se avanza en la lectura y comprensión de textos de estudio. Las
estrategias de lectura por ejemplo, han de considerarse como contenido que
atraviese vertical y horizontalmente las disciplinas. Horizontalmente significa
que atraviesa las distintas asignaturas curriculares y verticalmente que
profundiza en complejidad y amplitud de conocimientos en cada ciclo o nivel.
Un mismo texto podrá inducir distintas interpretaciones de su lectura, a
partir de la información visual que el texto proporciona y de los conocimientos
y experiencias previas del propio lector. Aún así, la interpretación de los
textos no son ilimitadas sino que responden a ciertas marcas, datos, indicios
que proveen. Este hecho tiene efectos pedagógicos en el sentido de que plantea
la necesidad de indagar y activar los conocimientos previos de los alumnos.
Otro aspecto importante es tener en cuenta las marcas o señales del relato
escrito y la definición; el sentido de algunas palabras en el contexto escrito.
Se suele considerar que el reconocimiento de la estructura textual
facilita el desarrollo de niveles cada vez mejores de comprensión y es por eso
que se aconseja la enseñanza de estrategias referidas a ese tipo de
conocimiento que son los conocimientos letrados de la lengua y que incluyen las
secuencias textuales o las bases discursivas.
Independientemente de que estos aspectos se aborden o no en función de
las posibilidades de los propios alumnos, lo importante es poner en contacto
con variedad de ellos (Emotiva, informativa, literaria, apelativa; descriptiva,
narrativa, explicativa, argumentativa, instruccional, dialogal). También es
importante conocer, reconocer o por lo menos familiarizarse con variados
recursos que poseen estos tipos de texto (definición, ejemplificación, planteo de
interrogantes, etc.)
La explicación es un modo discursivo muy usual y su aprendizaje puede
ayudar a la comprensión del texto. Puede referirse al origen de un hecho, la
causa de un fenómeno, la ampliación de una definición con ejemplos, etc. En
general, aparecen procedimientos discursivos como las definiciones, las explicaciones de modo y de causa (¿cómo?
o ¿por qué?), las reformulaciones (“o sea”, “es decir”), los ejemplos, las
analogías, las citas y las síntesis. Lo mismo ocurre con la argumentación, es necesaria
para identificar posiciones del autor o de otros. Para ir profundizando la
habilidad lectora de los alumnos es preciso entonces, conocer las secuencias o bases discursivas,
la organización de los textos y procedimientos más comunes. Según las dificultades
o las capacidades de los alumnos con los que trabajemos, estos aspectos podrán
enseñarse como contenido o bien los tendrá en cuenta el maestro a la hora de
seleccionar los textos y el material didáctico apropiado.
Como estrategias de comprensión de textos de estudio, se podrá trabajar
con actividades como:
Ø Hipotetizar sobre los contenidos del texto
Ø Relacionar las hipótesis con los
conocimientos previos
Ø Utilizar la explicación de palabras en
contexto y contrastar con el diccionario
Ø Detectar palabras claves
Ø Hacer esquemas gráficos para elaborar o
recordar el contenido
Ø Inferir, explicar, preguntar
Ø Identificar la información que falta y
debatir sobre cómo y dónde buscarla.
En definitiva, desarrollar la comprensión lectora es construir sentidos a
partir de la relación entre el conocimiento y los procedimientos cognitivos del
lector y la información del texto. La selección del mismo es clave también a la
hora de programar los procesos de enseñanza y de aprendizaje y la pluralidad de
los contenidos que se trabajen evitará el adoctrinamiento inconsciente en el que suele caer
el docente que enseña y ser víctima el alumno que aprende, cuando se utilizan recursos o
fuentes de información uniformes y discursos hegemónicos.
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