La importancia del juego en el niño, es la
importancia del niño en el hombre. Como dice el poeta Wordsworth: “El niño es
el padre del hombre”. Mi desarrollo se ocupará del juego en el niño y en
nosotros, y también de su ausencia.
Dice Agamben que jugar es “transformar
estructuras en acontecimientos”. Examinemos esta definición. La madre
suficientemente buena como figura del ambiente facilitador, casi al cien por
cien se adapta a la omnipotencia del pequeño. Le da el objeto para que lo
capture en el dominio omnipotente de su yo, y luego se lo ubica donde lo
encuentra para crearlo. Donde lo percibe entre el otro y él, para que a
posteriori lo alucine como objeto exterior. Desde entonces no dejará de
regresarlo a la zona intermedia, para crearlo cada vez con su uso. Cada vez que
transforma estructuras en acontecimientos.
Los fenómenos autistas indican que esta
transformación se ha bloqueado. Mientras el acontecimiento actualiza la
estructuración subjetiva, que no cesa de no estructurarse, el automatismo
autista es el eco de una estructura sin nadie que la exceda con su creación. La
bendición del acontecimiento puede llegarle al autista en dos tiempos: primero
la experiencia de la omnipotencia del yo en la continuidad con el objeto, hecha
posible por un ambiente que lo hospeda; luego el encuentro paradojal con el
objeto, que lo crea en la zona intermedia. En uno la paradoja es del ambiente,
y en el otro es de la creatividad. Tomaré una viñeta clínica para ubicar lo
dicho.
Ximena de 9 años llega al consultorio, por indicación de la escuela a los padres. En la entrevista previa con ellos, se muestran convencidos que es una “niña talentosa y la escuela no la entiende”. La mamá dice que “está en su mundo, dibujando o haciendo cuentas”. Por varias sesiones hace dibujos fotográficos, que reproducen perfectamente lo que ve. Hasta que cierta vez se me ocurre tomarla de la mano y decirle: “vamos a hacer como en “Patinando por un sueño” (ciclo televisivo de entonces), y simulamos patinar mientras canturreo una canción. Deja de “patinar” y corre al escritorio, para dibujar de manera rudimentaria una nena. Le pregunto quién es y me responde “la negra Capristo” (personaje que participa de aquel ciclo). Le agrego: “ahhh… Ximena Capristo” (nombre completo del personaje), y por primera vez se ríe a carcajadas. No va a dejar ese dibujo por mucho tiempo, y hará nuevas versiones del mismo.
Mi lectura es la siguiente: se aloja en el consultorio cuando la introduzco al “patinaje”, y en el momento de dibujar encuentra por primera vez su imagen especular, que es ella y no es ella en la paradoja de la creación que sostiene el nombre Ximena Capristo.
Ximena de 9 años llega al consultorio, por indicación de la escuela a los padres. En la entrevista previa con ellos, se muestran convencidos que es una “niña talentosa y la escuela no la entiende”. La mamá dice que “está en su mundo, dibujando o haciendo cuentas”. Por varias sesiones hace dibujos fotográficos, que reproducen perfectamente lo que ve. Hasta que cierta vez se me ocurre tomarla de la mano y decirle: “vamos a hacer como en “Patinando por un sueño” (ciclo televisivo de entonces), y simulamos patinar mientras canturreo una canción. Deja de “patinar” y corre al escritorio, para dibujar de manera rudimentaria una nena. Le pregunto quién es y me responde “la negra Capristo” (personaje que participa de aquel ciclo). Le agrego: “ahhh… Ximena Capristo” (nombre completo del personaje), y por primera vez se ríe a carcajadas. No va a dejar ese dibujo por mucho tiempo, y hará nuevas versiones del mismo.
Mi lectura es la siguiente: se aloja en el consultorio cuando la introduzco al “patinaje”, y en el momento de dibujar encuentra por primera vez su imagen especular, que es ella y no es ella en la paradoja de la creación que sostiene el nombre Ximena Capristo.
El juego es precario y llamado a no
perdurar, de lo contrario se convierte en la experiencia angustiosa de quedar
atrapado en él. No se trata tanto de la vuelta a la continuidad del objeto y el
yo, sino a que esa vuelta convierta el acontecimiento en estructura. O sea que
interrumpa el devenir de la estructuración que no cesa de no estructurarse. Lo
muestra el film “La historia sin fin” de Wolfgang Petersen, con el derrumbe del
mundo fantástico al que el protagonista había ingresado por un libro. También
es lo que empieza a ocurrir con Ximena, cuando dibuja compulsivamente nuevas
versiones de su dibujo. Le pido varias veces que dibuje otras cosas, sin éxito.
Hasta que le solicito dibujar la escena de nuestro “patinaje”. En ese momento
deja alegremente el lápiz, y me toma de la mano para volver a “patinar”. Pero
esta vez es ella la que canta la canción. Ahora es quien crea la escena, y de
esa manera queda relanzada la estructuración subjetiva, sin la angustia de que
se cristalice como estructura.
La ironía pivotea sobre la ficción de un
mundo aparente, que relativiza el mundo real aunque sin remplazarlo. La usa
Kafka especialmente en su novela “El castillo”, donde cierta detención del
acontecimiento puede actualizar en algunos lectores, la angustia de no poder
salir del juego. Su protagonista es un agrimensor, que llega a una localidad
para llevar a cabo un trabajo, y cuando pide alojamiento lo tratan de la manera
más inhospitalaria que se pueda imaginar. Para quedarse tiene que pedir una
autorización, y a cambio de obtenerla de quien corresponda, van multiplicándose
los funcionarios a los que tiene que acceder, sin lograr llegar a ninguno de
ellos. Es como un degrade del acontecimiento a la estructura, mostrando
irónicamente el absurdo de este mundo ficcional, por comparación con el mundo
real. Sus detalles increíbles lo distancian de la burocracia cotidiana, con un
sutil tono de burla que marca la diferencia. Pero no desencadena la misma
angustia de lo siniestro, que sería la sustitución de un mundo por otro. El
recurso de lo siniestro en la ficción apela a ese relevo. Es lo que ocurre con
el juego del niño, sobre todo en el caso del autista, cuando está en los
tiempos de desbloquear la estructuración subjetiva.
El hombre hijo del niño será rico en recursos para jugar, o sino, como dice Borges, será “la larga sombra que el niño proyectará en el tiempo”.
Nota: Este escrito toma algunos ejes de mi exposición
en el Centro de Acompañamiento al Desarrollo Infantil (CADIN) de Remedios de
Escalada (Provincia de Buenos Aires), el 3 de agosto de 2015.El hombre hijo del niño será rico en recursos para jugar, o sino, como dice Borges, será “la larga sombra que el niño proyectará en el tiempo”.
* Diego Zerba es Licenciado en psicología, psicoanalista. Profesor de la UBA y autor de numerosos libros relacionados con su especialidad.