El Museo Guggenheim de Bilbao, España, de Frank Gehry, uno de los edificios más espectaculares del deconstructivismo arquitectónico que nació a finales de la década de 1980 |
El pensamiento hegemónico
Como educadores estamos
comprometidos en una lucha de significados pero solamente algunos de ellos son
considerados legítimos; sólo son transmitidas algunas formas de comprender el
mundo. No se trata de un conocimiento o una interpretación que suceden
naturalmente; ocurre que la sociedad está constituida de tal forma que únicamente los significados
dominantes tienen más posibilidades de
circular y ser transmitidos; aún cuando en algún punto sean cuestionados,
resistidos y posiblemente transformados. Es sin embargo la cultura hegemónica,
instituida desde cualquiera de los círculos del poder (económico, académico u
otros) la que tiene más factibilidad de ser conocida y aceptada.
La producción de cultura es un
proceso dinámico de carácter social, constituidos por todos los significados
sobre el yo y las relaciones sociales, discursos y textos que ejercen papeles
culturales y que circulan especialmente si están relacionados con el sistema
social dominante. Todo sistema social necesita de un sistema cultural que proporcione significaciones y que sirva
para mantenerlo o desestabilizarlo, según el caso. Por esa razón cultura y significados son
inherentemente políticos.
La cultura hegemónica actual es
la del capitalismo blanco y patriarcal. Es la cultura de la “blanquedad”, por
la cual cualquier matiz de color refiere al Otro. La voz predominante de los
que dominan induce a la incorporación, al dominio, la coerción y silencian la voz de quienes no representan esa cultura hegemónica. La
“blanquedad” es la metáfora del privilegio, de la pertenencia y el acto de elegir
a partir del “sentido común” que instala la voz del poder.
La voz del poder en este mundo
globalizado actualmente la detentan los medios de comunicación de masas. En ese
sentido, reviste un gran peligro que las empresas mediáticas conformen grupos
financieros que en su seno reúnen “todos los medios
de comunicación tradicionales (prensa, radio, televisión), pero además a todas
las actividades de lo que podríamos denominar los sectores de la cultura de
masas, de la comunicación y la información. Estas tres esferas antes eran
autónomas: por un lado, la cultura de masas con su lógica comercial, sus
creaciones populares, sus objetivos esencialmente mercantiles; por el otro, la
comunicación, en el sentido publicitario, el marketing, la propaganda, la
retórica de la persuasión; y finalmente, la información con sus agencias de
noticias, los boletines de radio o televisión, la prensa, los canales de
información continua, en suma, el universo de todos los periodismos.” (Ramonet,
El quinto poder). Precisamente su poder reside en que se ocupan de todo lo que
refiere a la escritura, a la imagen, al sonido, y lo difunden por todos los
canales posibles: prensa escrita, radio, televisión de aire, cable o satelital;
vía Internet y redes digitales. Tienen además los agravantes de sus
ramificaciones financieras, globales, a escala planetaria y que en nombre de la
libertad de expresión condicionan las democracias, la formación de la ciudadanía
y los contenidos del saber que se transmite.
En
esta lógica queda atrapada la educación ya que los propios profesores, están influidos
por este entramado, esta visión cultural hegemónica que construyen los medios
que concentran toda la información con la que se informa y forma. Hacerlo dentro
de un pensamiento complejo, crítico y contrahegemónico, o que por lo menos
contemple la perspectiva contrahegemónica,
requiere de un esfuerzo e interés analítico individual y/o de grupo, que
pueda deconstruir la cultura instituída por el discurso del poder.
Los
contenidos escolares sobre los acontecimientos históricos de nuestro país es un
ejemplo de cómo perduran concepciones instaladas desde el relato hegemónico del
poder, a veces simplificados, otras tergiversados o con interpretaciones
sesgadas que hacen necesario la lectura de diferentes fuentes y versiones para
construir un conocimiento más profundo y veraz de los hechos. La historia
oficial argentina que nos enseñaron y aún enseñan algunos docentes, atribuye el
alejamiento de San Martín de la causa revolucionaria, a que delegó en Bolívar
la continuidad de la misma. Otra perspectiva de la historia indica que en
realidad, el patriota tenía interés (al igual que Belgrano) en sostener la
causa revolucionaria y fundar una patria soberana y republicana pero fueron los
políticos instalados en Buenos Aires, que respondiendo a intereses
agroportuarios antagónicos, los
obligaron a abandonar la lucha por la liberación del pueblo, dejándolos sin
recursos económicos. Porque tenían intereses financieros, frustraron la causa
revolucionaria; sin embargo el relato mitrista, que constituía el sector
dominante, cambió la relación causa y efecto. Aún hoy persiste ese relato histórico
que acuñó el poder; el mismo poder que
sobrevive hasta el presente.
El
uso cada vez más difundido de los buscadores de Internet para investigar los
temas escolares, requiere de una gran capacidad de pensamiento crítico que
permita alterar el orden de las fuentes que proporcionan esos buscadores, los
cuales dan prioridad a los sitios que expresan la ideología precisamente
dominante y combinar las mismas con la multiplicidad de otras fuentes y otras
propuestas de indagación sobre cualquier tema. El reduccionismo con el que se
abordan a través de Internet algunos contenidos, sitúa al docente en un lugar
preponderante como mediador entre los alumnos, el conocimiento y los medios;
pero para que esto sea positivo debe también él sustraerse de la facilidad
simplista con que circula la información.
Es
fundamental la validez de la información que se obtiene de Internet (de
cualquier otra fuente también por supuesto) tanto para alumnos como para los
docentes. Especialmente para los docentes que tienen la función de mediar entre
el sujeto que aprende y el objeto de conocimiento, entre los alumnos y la
cultura.
Validez de los contenidos
Desde
un criterio didáctico, hay tres aspectos centrales a tener en cuenta al momento
de validar los contenidos que se obtienen en la web:
El autor. Es quizá el factor determinante para validar la
información obtenida en la red. En
este sentido es necesario preguntarse quién lo ha escrito, qué trayectoria
profesional tiene el autor (¿bloguero, científico, investigador, profesor,
periodista, especialista?) y a qué línea de pensamiento remite porque ello nos
permitirá buscar otros autores con los cuales cotejar la información. No
siempre es posible tener esa información de primera mano pero a veces es
posible encontrar referencia a través de otros autores reconocidos que dan
cuenta de la fiabilidad del contenido encontrado.
Exactitud y verificación
de los detalles de la información. Este aspecto es muy importante para
garantizar validez, especialmente cuando nos encontremos con un autor
desconocido o que no haya publicado nunca en el mundo de la publicación reglada
(libros, revistas científicas, etc.). Los criterios a tener en cuenta para
realizar la valoración son: la explicación del método de obtención de la
información (en caso de estudios sobre experimentaciones) o incorporación de
todas las fuentes de las que ha sacado la información y la retroalimentación o
feedback que ha tenido dicho artículo, trabajo, proyecto o investigación por
parte de autoridades sobre el tema, los que le otorgarán la cualidad de
"exacto" y "verificado".
La vigencia. Se
refiere al momento de la publicación. La posibilidad de consultar la fecha de
publicación de una información es imprescindible para evaluar esta como fiable,
puesto que esto nos permitirá descartar información que pueda llegar a ser o
considerarse obsoleta y usar la más actualizada. Esto también nos permitirá
descubrir montajes de fotos e información que no son coincidentes,
trasvasamientos de espacios y tiempos en datos e imágenes con intenciones de
construir determinada opinión y conocimiento, con fines manipulativos.
Conclusiones
La manera en que se
aborda el trabajo docente individualmente y en equipo, son cuestiones prácticas
y centrales en esta función de enseñar y aprender. La postura del profesor
frente al conocimiento y la cultura, su rol como mediador entre estos y el
sujeto que aprende, lo convierten en un actor esencial de la descolonización educativa. Poder
comprender al conocimiento y a los saberes que prioriza el discurso hegemónico,
poder deconstruir ese entramado y transitar posturas diferentes, pluralistas y
hasta contrahegemónicas son el camino
para transformar la educación y producir rupturas especialmente en las posturas sobre las relaciones de poder con las que se concibe el mundo.
Esto
es una posibilidad y puede ser viable, en la medida en que ponga deseo, voluntad
y esfuerzo en la realidad por conocer y comprender. También en la medida en que
la propia experiencia docente, pueda ser elucidada, interrogada y transmitida.
Para salir del sopor de una educación colonizada, hay
que profundizar el saber sobre la práctica. Se trata de un campo en el que el terreno es movedizo, y las
teorías e interpretaciones complejas pero si no lo hacemos sólo nos queda
gozar o sufrir por lo que no logramos,
sin siquiera procesarlo y crecer profesionalmente. El acceso al conocimiento
sobre la institución y la práctica profesional se verá dificultado en un
comienzo por condiciones naturales que aparecen como respuesta defensiva a la
autoevaluación: la negación y resistencia conscientes o inconscientes; los efectos de la implicación no regulada frente al compromiso emocional
que conmueve nuestros vínculos y la complejidad generada por la multiplicidad
de significaciones frente a la interpretación y comprensión de los hechos y
situaciones. Aún así, cada hecho educativo, necesita ser analizado en los
distintos ámbitos de expresión personal, grupal, interpersonal, organizacional,
comunitario, en relación a una trama de significaciones que merecen ser
develadas a la luz de sus sentidos universales y sociohistóricos.
En
educación, nada más importante que preguntarse a qué grupos pertenecen las
comprensiones puestas en circulación, qué sabemos al respecto y cuál es nuestra
propia ubicación en un sistema local e internacional de relaciones económicas,
sociales y culturales que produce determinadas condiciones y saberes.