jueves, 21 de marzo de 2013

Evaluación y construcción colectiva


¿Cuáles son los actores y criterios educativos que se ponen en juego en la evaluación? ¿Es un aspecto del proceso de enseñar y aprender que responde a cuestiones ideológicas? Algunas reflexiones que posibilitan el debate y el intercambio de ideas.



"Rompecabezas" (2012)  fotografía perteneciente al trabajo fotográfico de Susana R. González  

Qué y cómo evaluar

También la evaluación es una cuestión política en el sentido de que implica relaciones de poder tanto por las formas en que se interviene para recolectar información como en los modos en que esa información se procesa, se valora y se incorpora a la toma de decisiones. Cuando la evaluación es una construcción colectiva, atenúa los márgenes de error.  Cuando quien se evalúa es un sujeto con necesidades educativas especiales, esta necesidad es mayor. ¿Quién mejor que los padres para valorar algunas conductas de autovalimiento y/o habilidades personal sociales? ¿Por qué no otras instituciones para evaluar el logro de expectativas que una comunidad deposita en una escuela especial?. Desarrollaremos, entonces, distintas modalidades de evaluación y los agentes que pueden convertirse en protagonistas activos del proceso con la finalidad de que sirva al desarrollo de una cultura evaluativa participativa y democrática.
En principio diremos que la evaluación puede tener como eje a la institución, al docente, al alumno o a un programa o aspecto curricular. Cuando la evaluación está referida a la institución se torna una apropiada ocasión para liberar la opinión de quienes actúan en ella, generar la comprensión sobre lo que hacen y al mismo tiempo, develar el curriculum oculto si es posible. Es imprescindible trabajar sobre la captación de los significados que la acción tiene en todos los protagonistas de la misma. Pueden participar también evaluadores externos, que son quienes aportan datos y criterios para que el equipo emita un juicio posterior, más ajustado,   teniendo en cuenta que el compromiso de los actores de la propia institución puede dificultar el análisis.  La evaluación debe estar planificada.  Esto no remite a la idea de rigidez pero sí de previsión, condición necesaria en educación. Los métodos que se podrán utilizar son la observación, el análisis de documentación e información, la confección y el análisis de informes escritos de los protagonistas, la realización de diarios por parte de los evaluadores y evaluados, etc. En todos los casos, es valiosa la aplicación de procesos de contraste para cotejar la información y analizar discrepancias y coincidencias. La triangulación de datos facilita el contraste y depuración de los mismos y tomando como base la procedencia de la información se puede establecer la siguiente clasificación:
  • Triangulación de datos procedentes de diversos métodos (observaciones, visitas, entrevistas, clases, registros, otros)  ¿Hay coincidencia o no? ¿Es preciso seguir indagando o se puede arribar a un juicio valorativo? ¿Abre instancias de negociación?
  • Triangulación de datos procedentes de distintos informantes.  Es interesante analizar las distintas perspectivas que conviven en el trabajo escolar.  Las discrepancias pueden tener distintos ejes:
  •  Estamental (maestros, alumnos, padres)
  • Ideológica (conservadora, progresista; tradicional, innovadora; conductista, constructiva).
  • Jerárquico (equipo de supervisión-directivo-docentes).
  • Conflictivo (agresores-agredidos).

En este punto podremos preguntar y preguntarnos: ¿Qué perspectiva confluye en el accionar institucional? ¿Qué teorías, qué modelos de intervención y de gobierno institucional? ¿Qué opinan los diferentes sectores de la comunidad educativa? ¿Cómo evalúan el servicio desde los diferentes ejes que coexisten en él? ¿Qué modificarían? ¿A qué apuntarían a partir del intercambio de opiniones? ¿Qué aspectos evaluarían como positivos y cuáles como negativos? ¿Qué negociaciones y acuerdos se podrían generar?
  • Triangulación de datos procedentes de distintos momentos.  Podrían contrastar los datos de fin de año con los de la evaluación diagnóstica inicial o media. Aquí las reflexiones podrían generarse en torno a: ¿qué diferencia se observan entre uno y otro momento del año? ¿Se mantienen los mismos obstáculos?  En tal caso ¿por qué? ¿Se evolucionó en el logro de objetivos? ¿Se mantendría todo igual, o se realizarían modificaciones? ¿Cuáles son los puntos pendientes? ¿Los mismos que al comienzo de año? ¿Cuáles son las semejanzas y diferencias de cada momento de la evaluación?
  • Triangulación de opiniones de agentes externos e internos.  Es importante este tipo de triangulación, porque permite rectificar y reconducir el trabajo.  ¿Qué valoración hacen de la institución otros miembros de la comunidad? ¿Qué lugar ocupa la institución en el barrio? ¿Y en otros barrios? ¿Qué aportes evaluaría como positivos y cuáles como negativos? ¿De quiénes provienen?


Los proyectos de evaluación deben considerar las peculiaridades del medio social y académico en el que se realizan. En lo que refiere al contexto, hay dimensiones que van más allá del espacio y tiempo concretos en el que tiene lugar la experiencia educativa. Esto es el contexto diacrónico  que alude a los planteamientos educativos y evaluativos que se han hecho  en el marco espacial-geográfico y el contexto sincrónico que involucra a las condiciones político-educativas y sociales del momento. Es preciso definir los indicadores estructurales, espaciales y temporales en los que se producen los acontecimientos evaluados. La evaluación debe tener coherencia epistemológica y pertinencia con el proyecto educativo que se evalúa. Algunos proyectos e instrumentos de evaluación educativa a veces discurren por diferentes caminos de los postulados teóricos que se sustentan. Por ejemplo, se plantea la evaluación de los procesos de los alumnos y  se toman decisiones que contrarían estos principios cuando se decide el egreso de un alumno con discapacidades severas porque no se advierte evolución de acuerdo a las normas de permanencia. Otro ejemplo es cuando se proclama la complejidad de los hechos educativos y la dificultad de su evaluación y se termina aplicando instrumentos reduccionistas que simplifican y esquematizan las valoraciones. Esto es así para la evaluación institucional, la del docente y la de los alumnos.
La información que se obtenga de la evaluación debe apuntar a mejorar la educación, o reconducir programas o aumentar la competencia profesional. Ha de incluir la autoevaluación  que fomenta la vertiente crítica necesaria en el acompañamiento de la acción. La deliberación y la toma de decisiones conjuntas entre todos los intervinientes es la base de la evaluación, a la vez que la expansión social de los resultados a través de informes, evidencias, conclusiones, descubrimientos. Para potenciar la participación y el trabajo colegiado.
La autoevaluación. Este modelo de evaluación ha sido impulsada por quienes consideran a la organización educativa como arena política. Su puesta en práctica contribuye a:
  • Comprender los sucesos educativos y sociales de la escuela.
  • Promuever el diálogo y la participación.
  •  Facilitar la toma de decisiones racionales e intensificar el esfuerzo de lo esencial.
  • Evitar que se produzcan solapamientos.
  • Permitir actuar sobre lo sustantivo, corregir errores y aprender cosas nuevas o emprender nuevos rumbos.
  • Generar coherencia en los docentes y ejemplo para alumnos y padres.

Es una modalidad de evaluación interna y al mismo tiempo externa, en la medida en que se puede utilizar la intervención de agentes externos que faciliten el proceso de reflexión y análisis. Es posible en un marco de autonomía institucional  ya que las modificaciones sobre la realidad las provocan los mismos actores a partir de la autocrítica. Favorece también el reconocimiento de que existen en las escuelas, una diversidad de intereses que merecen expresarse: diferentes concepciones, puntos de vista, intereses personales y profesionales. La autoevaluación puede contribuir a la construcción de una cultura común y puede ser un motor de cambio, partiendo siempre de la confianza mutua y la autoconfianza y en la medida que participen equitativamente todos los miembros del equipo sin ser objeto de imposición de algún subgrupo de poder dentro de la institución. En este sentido, la tarea del equipo directivo es importantísima para actuar como neutralizador de efectos de sometimiento de unos sobre otros, creando condiciones propicias y motivadoras para la participación de todos.